by Raquel Ramos
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9 June 2021
La dieta mediterránea tradicional está asociada con una mayor expectativa de vida y es mundialmente aclamada como la dieta a seguir para prevenir enfermedades no transmisibles asociadas a las sociedades occidentales, como las enfermedades cardiovasculares, algunos cánceres y otras enfermedades degenerativas (1,2). Esto se debe en gran parte al consumo de aceite de oliva sin refinar (aceite de oliva virgen extra) tan característica de la dieta mediterránea. Los ácidos grasos monoinsaturados y ácidos grasos omega 3 y omega 6, además de compuestos fenólicos son los responsables de las propiedades cardioprotectoras, antiinflamatorias, antioxidantes y anticancerígenas que se le atribuyen al aceite de oliva y q han sido demostrados en la evidencia científica (3). Además, la dieta mediterránea tradicional se caracteriza por una alta ingesta de verduras, hortalizas, frutas frescas, legumbres y cereales, pescado dependiendo de la zona geográfica, carne blanca, moderada ingesta de lácteos, bajo consumo de carne roja y derivados, agua como bebida principal, y un consumo moderado de alcohol principalmente de vino durante las comidas (1). La Fundación Dieta Mediterránea la define a su vez como “mucho más que una simple pauta nutricional. Una herencia cultural y un estilo de vida equilibrado”, en la que se pone de manifiesto además la importancia de la actividad física realizada regularmente, y que ha sido reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en Noviembre del 2010 (4). España es el país con la tasa de mortalidad más baja de la Unión Europea (5) y fue coronado como el país más sano del mundo en la última edición en 2019 del ranking de naciones más sanas de la agencia Bloomberg (6). Los expertos lo atribuyen a la dieta mediterránea y al estilo de vida (5). Sin embargo, cada vez se cuestiona más la adherencia a la dieta mediterránea de los españoles en la actualidad, sobre todo entre los jóvenes y niños. En España el punto álgido de adherencia a la dieta mediterránea se remonta a los años 60, 70. A partir de los años 80 factores socioeconómicos como la incorporación de la mujer a puestos de trabajo fuera del hogar, un mayor acceso a los alimentos de manera más fácil y rápida en supermercados a diferencia de pequeñas tiendas especializadas y mercados, y sobre todo el acceso a la comida basura y bollería industrial, rápida de consumir, barata y saciante a expensas del valor nutricional, están afectando como comemos los españoles (1). Esto está repercutiendo a su vez en el aumento de la obesidad de la población, siendo especialmente preocupante entre los jóvenes y niños (7). El estudio ENPE publicado el pasado Abril en la revista española de cardiología concluye que la obesidad en población menor de 25 años ha continuado aumentando en los últimos 30 años, con el 34% de la población española entre 3 y 24 años con sobrepeso u obesidad. Cifra que asciende hasta casi el 40% en niños entre 3 y 8 años (7). Además el estudio COSI de la Organización Mundial de la Salud indica que las tasas de obesidad infantil y juvenil en España es de las más altas de Europa, ocupando el tercer lugar con un 14.2% solo por debajo de Italia 15.2% y Grecia 18% (8,9). El sobrepeso y la obesidad en la niñez están asociados con una mayor probabilidad de padecer obesidad en la edad adulta, lo cual está asociado a un mayor riesgo de padecer enfermedades no transmisibles como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, y algunos tipos de cáncer, entre otras (9). En el año 2016 España era el segundo país del mundo industrializado que menos gastaba en comida rápida, solo por detrás de Italia (10). Sin embargo, un informe analizando los pronósticos de gasto en comida basura por los españoles desde 2016 a 2019 auguraba un aumento del 24% (11). Además es muy común entre los más pequeños la ingesta de bollería industrial en la merienda o después de hacer ejercicio físico a expensas de la fruta por ejemplo (12). Teniendo en cuenta que la adherencia a una dieta mediterránea está inversamente asociada al consumo de alimentos procesados (13), este incremento supondría un riesgo para la adherencia a la dieta mediterránea y un detrimento de la salud de la población en un futuro no tan lejano. Especialmente entre los jóvenes, los principales usuarios. A pesar de estos datos, un estudio publicado por la Universidad de Washington en Octubre 2018 sitúa a España como el país con mayor expectativa de vida de todo el mundo en 2040, con una predicción de una media de vida de 85.8 años (14). Por todo ello, si España quiere seguir como referente mundial de la dieta mediterránea y a la cabeza en los rankings mundiales de salud y longevidad, los gobiernos tanto regionales como central deberán analizar todas estas tendencias de consumo y diseñar medidas y guías para mejorarlas. Promoviendo la educación de la población especialmente más joven alrededor del conocimiento y puesta en práctica de la dieta mediterránea. Conservando las recetas tradicionales y enfatizando el disfrute del buen comer como forma de vida que caracteriza al territorio español, así como su forma de vida alrededor de la comida, con comidas pausadas que permiten una correcta digestión y una oportunidad de socialización, sin aparatos electrónicos de por medio. Regulando la promoción y venta de productos poco saludables en los supermercados, colegios y lugares públicos frecuentados por los jóvenes, como cines, y promoviendo opciones más saludables de acorde a las pautas de la dieta mediterránea. Una vuelta a meriendas tradicionales basadas en las guías de la dieta mediterránea exentas de bollería industrial, así como planes y políticas para evitar el sedentarismo entre los jóvenes y niños y que favorezcan la actividad física diaria. Raquel Ramos Fraga BSc (Hons) Nutritional Therapy REFERENCIAS 1. Carbajal, A. and Ortega, R., (2001). La dieta mediterránea como modelo de dieta prudente y saludable. Revista Chilena de Nutrición. 28, (2), 224-236. 2. Buckland, G., Agudo, A., Travier, N., and Huerta, J.M., (2011). Adherence to the Mediterranean diet reduces mortality in the Spanish cohort of the European Prospective investigation into Cancer and Nutrition (EPIC-Spain). British Journal of Nutrition. 106, (10), 1581-1591. 3. Urquiaga, I., Echeverría, G., Dussaillant, C., y Rigotti, A., (2017). Origen, componentes y posibles mecanismos de la dieta mediterránea. Revista Médica de Chile. 145, (1). 4. Fundación Dieta Mediterránea (2020). ¿Qué es la dieta Mediterránea?. [online] available from:
[Accessed 31 August 2020]. 6. Miller, L.J., and Lu, W., (2019). These are the World’s healthiest Nations. [online] Bloomberg. Available from: [Accessed 31 August 2020]. 7. Aranceta-Bartrina, J., Gianzo-Citores, M., and Perez-Rodrigo, C. (2020). Prevalencia de sobrepeso, obesidad y obesidad abdominal en población española entre 3 y 24 años. Estudio ENPE. Revista Espanola de Cardiologia. 73, (4), 290-299. 8. World Health Organisation (2019). Severe obesity among children aged 6-9 years. [online]. Available from: [Accessed 31 August 2020]. 9. Spinelli, A., Buoncristiano, M., Kovacs, V.A., Yngve, A., Spiroski, I., Obreja, G., et. al. (2019). Prevalence of severe obesity among primary school children in 21 european countries. Obesity Facts. 12, 244-258. 10. Ortiz Jurado, A., y Molina Bielza, E., (2019). Economía de la alimentación. España: Universidad de Córdoba. 11. Statista, (2016). Forecast of the spending of fast food in Spain from 2016-2019. Available from:
[Accessed 31 August 2020]. 12. Echeverria Fernandez, M., Herrero Alvarez, M., and Carabaño Aguado, I., (2014). Hábitos de merienda en escolares de nuestro medio. Estudio HABIMER Plus. Rev Pediatr Aten Primaria. 16 (62). 13. Santos de Rocha, B.R., Rico-Campa, A., Romanos-Nanclares, A., Ciriza, E., Ferreira Barbos, K.B., Martinez Gonzalez, M.A., et. al. (2020). Adherence to Mediterranean diet is inversely associated with the consumption of ultra-processed foods among spanish children: the SENDO project. Cambridge University Press. 14. IHME, (2018). How healthy will we be in 2040. Available from: [Accessed 31 August 2020].